On September 21, 2022, Vladimir Putin appeared before the cameras of Russian state television for the first time since the announcement of the “special military operation” designed to eliminate the Ukrainian political regime within ten days. Seven months after the start of a full-scale invasion, Russian troops They had had to withdraw from the Sumy and Kharkiv regions and had just been expelled from the north of Khersonlosing the only provincial capital that remained in their hands.
In his speech, the autocrat announced a mobilization of 300,000 more men and accused the NATOwithout any basis, to propose a “nuclear blackmail” of Russia. “We have better and more modern weapons… and we will not hesitate to use any of them. This is not a bluff,” Putin said in a menacing tone. Referendums on the annexation of Kherson and Zaporizhia were already prepared, as was the appointment of Sergei Surovikin, nicknamed “General Armageddon”, as head of the Russian army in Ukraine.
Of course, this was not the first time that Russia had brought out the nuclear scarecrow. It had been doing so since the beginning of the war, to scare away the Western powers and keep their collaboration with Ukraine at bay. But this time, the threat sounded different: the American president, Joe Biden warned of an “apocalypse” If Russia decided to use nuclear weapons, the European Union’s foreign policy chief, Josep Borrell, announced that if Russia took the step, the West would respond by annihilating the entire Russian army deployed in Ukraine with a conventional attack. Even NATO Secretary General Jens Stoltenberg spoke in similar terms.
Everyone took Putin’s words as a different challenge to the previous ones and now we know why. At a conference with the head of the British secret service, the legendary MI6William Burns, director of the INCacknowledged on Monday that they had first-hand information about a possible attack with tactical nuclear weapons by Russia in eastern Ukraine. He is even said to have discussed the issue with Sergei Naryshkin, head of the Russian International Intelligence Service.
The contemporary “missile crisis”
Those days in September and October, given Burns’ testimony, must have been very similar to those of the Cuban missile crisis of 1962. Probably, as on that occasion, We were never really aware of the danger that humanity was in.It is true that Russia did not threaten to use strategic nuclear weapons but rather tactical ones, of shorter range and designed for very specific operations at the front, but the response would have implied an escalation that is best not imagined.
Lo que está claro, aunque la CIA no lo reconozca abiertamente, es que las declaraciones públicas y conjuntas de los principales líderes occidentales, junto a la disuasión directa en conversaciones privadas, sirvió para que Rusia se olvidara de esa opción. Las ganancias, en cualquier caso, iban a ser mínimas en comparación con el daño que podía sufrir su ejército y las repercusiones que podrían tener sobre el resto del planeta.
Del mismo modo, es muy probable que la verosimilitud de esta amenaza cambiara en parte la posición de la administración Biden respecto a la ayuda a Ucrania. Zelenski llevaba tiempo pidiendo misiles ATACMS de media y larga distancia, aviones de combate F16 y baterías Patriot de defensa antiaérea. La posición del Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, seguida por el propio presidente estadounidense, hizo que las baterías antiaéreas no llegaran hasta finales de abril de 2023; los misiles no se entregaran hasta octubre de ese mismo año y los cazas no hayan surcado los cielos ucranianos hasta este verano, tras un larguísimo período de autorizaciones y formación de pilotos.
Sin duda, la ausencia de todo este material, que bien podría haberse adelantado meses, condenó al fracaso a la llamada “contraofensiva de verano” de Ucrania en 2023. Un intento de repetir lo conseguido un año antes, pero sin medios, sin protección aérea y con la prensa estadounidense telegrafiando cada objetivo y cada estrategia gracias a las filtraciones del Pentágono. Las ganancias no fueron tan mínimas como se publicitó, pero sí estuvieron por debajo de las desmedidas expectativas del Departamento de Estado.
La amenaza como propaganda
Dos años más tarde, Burns insiste en que las amenazas nucleares seguirán mientras siga Putin en el poder y mientras quiera seguir marcando la agenda militar occidental. No le ha ido mal. Estados Unidos sigue sin permitir a Ucrania defenderse en territorio ruso con las armas enviadas y desde Kiev no se siente que haya una verdadera voluntad de que Rusia pierda la guerra por miedo a su reacción. Creen que a Occidente le basta con que se prolongue indefinidamente y el ejército de Putin se desgaste.
El director de la CIA, consciente de esta circunstancia, advirtió contra la tentación de creerse cada amenaza a pies juntillas. Para él, es un método más de propaganda que no esconde una intención real detrás, posición que comparte su homólogo británico, Richard Moore. Con todo, especialmente desde EEUU, sigue la cautela: ni Biden se atreve a autorizar ataques sobre objetivos militares en Rusia, ni Harris quiere entrar en ello en campaña, ni mucho menos Trump está dispuesto a molestar en lo más mínimo a su admirado Vladimir Putin.
Dadas estas circunstancias, Ucrania parece obligada a fabricar su propio armamento y utilizarlo como crea preciso. Algo parecido a lo que hizo con la ofensiva sobre la región de Kursk, que no fue siquiera consultada con sus aliados. La escasez de municiones y de soldados es conocida desde hace tiempo y eso dificulta mucho la batalla en el frente oriental, donde los rusos siguen acechando la línea que va desde Pokrovsk hasta Vuhledar. De momento, todo hay que decirlo, con un éxito limitado.
Ucrania ha bombardeado Crimea, ha enviado sus misiles más allá de la frontera con Rusia e incluso se ha internado en su territorio sin que haya estallado el Armagedón. Cada línea roja que ha marcado Moscú se ha visto superada en un momento o en otro. Parece claro que la amenaza de septiembre de 2022 era, efectivamente, un farol. El riesgo de descubrirlo, eso sí, es algo a lo que nadie se atreve del todo. Menos que nadie, el propio Biden.
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