“I don’t think about Trump, but I do think that This war will not end: Putin wants all of Ukraine and is not going to stop, “says a Ukrainian soldier deployed in the Kursk front, that piece of Russia that Zelenski managed to invade in August 2024, already glimpseing the possibility that Donald Trump returned to occupy the White House and negotiations in which Ukraine had nothing to put on the table.
The Ukrainians managed to control near 1,300 square kilometers of Russian soil in Kursk During the first weeks of military operation, but today they have only managed to maintain 500 – in front of the more than 111,000 square kilometers that the Kremlin has occupied in the east and south of Ukraine.
However, that small portion of land could be crucial, in view of the last movements of the US president and his effort to highlight the good harmony with Putin. The Kremlin has always claimed that the militarily occupied territories become –de facto– From the occupant, and The Trump administration seems to agree … unless the occupied territories are in Russia, of course.
So Kursk has become one of the few letters that Ukrainians have in their hand, now that negotiations – among the United States and Russia – have begun. And it is a very expensive letter, because on that front there are some of the most stark fighting of the war.
Nachoa Spanish ex -speaker who works with the Ukrainian army since 2022, knows well what is Kursk’s price: he He fell injured there Two months ago. Today it is difficult for him to assume how negotiations have begun on the political level: “It seems incredible, the truth, although Trump had already warned that he was a friend of Putin … but Now it will sell to Ukraine”, He laments, while he finishes recovering from his wounds.
A soldier from the 22 Ukrainian army brigade, during a infantry training on Bakhmuj’s fighting front
His intention is to return to his brigade as soon as he can fight again, and coincides with other colleagues in the idea that the war may not end as soon as world leaders say. “We’ll see how this ends,” he says, before making a bitter self -criticism about the role of Europe in negotiations: “We are laughing, Europe or is,” he says.
Europe is not at the table
The new occupant of the White House has not even mentioned any European country, in order to sit at the table of negotiations that put an end to the war in Ukraine. It will be Saudi Arabia who exercises as host of peace conversations.
For the only thing that Trump does have Europe It is to assume the expenses that the peace maintenance operation entails that will have to be implemented when the fire is signed. Tens of thousands of soldiers will be needed, which ensure that this cessation of hostilities is fulfilled along a line of the front that has more than 1,200 kilometers. And Donald Tump has already warned that there will be no American soldiers being part of that contingent.
Hace un año, cuando se iba a cumplir el segundo aniversario de la invasión rusa, el ex Secretario de Estado norteamericano Antony Blinken vaticinó que “aquellos países que no estén en la mesa del sistema internacional, estarán en el menú”. Borrell lo parafraseó meses después, y la frase se popularizó. Pero lo que nadie se esperaba era que los países europeos fueran parte del botín de guerra que se quieren repartir Estados Unidos y Rusia.
Hace unas semanas, el Foro Económico Mundial de Davos, Zelenski desveló que en la actualidad Ucrania fabrica el 40% del armamento y drones que consume en el frente de combate. Exactamente el mismo porcentaje que la ayuda militar que les llegaba de Estados Unidos. La suma del resto de países cubría el 20% restante –con un claro liderazgo de Reino Unido–.
Un soldado del Ejército ucraniano camina hacia un vehículo blindado de transporte de personal BMP-2 en el frente de Bakhmut.
Y esa incapacidad de la Unión Europea de alcanzar una política de Defensa conjunta real –que ahora está pasando factura– no ha pasado desapercibida en el frente de combate de Ucrania. “Tenemos que confiar ante todo en nosotros mismos”, afirma el soldado Ros desde las trincheras de Niu York, en el frente del Dombás. “Lo que está ocurriendo ahora en la escena mundial son sólo palabras al aire hasta que no se llegue a acuerdos reales”, afirma.
UNA PRORRUSA EN LA CASA BLANCA
Desde que Trump ganó las elecciones estadounidenses, en Ucrania se ha pasado de la incertidumbre –ante la posibilidad de no recibir más ayuda militar–, a la esperanza por ver el fin de la guerra más cerca. Pero en la última semana todo se ha vuelto a enturbiar.
Las declaraciones del actual Secretario de Defensa, Pete Hegseth, reconociendo que no era realista pensar en volver a las fronteras de 2014, y el nombramiento de una mujer abiertamente prorrusa –Tulsi Gabbard– al frente de los Servicios de Inteligencia de EEUU han precipitado que la incertidumbre y la rabia vuelvan a las trincheras.
Vadim, sirve en la 3 Brigada de Asalto del Ejército ucraniano, que trabaja en el asediado frente de combate de Kupiansk (Kharkiv). Ríe con ironía antes de responder a la pregunta de si esperaba que Trump mostrara esa buena sintonía con Putin: “Ya sabía que nos iban a abandonar, y ahora sólo queda saber si Zelenski cede de una vez a todas las exigencias o nos sigue mandando a matar rusos”, espeta.
Un soldado de la 3 Brigada de Asalto prepara café en la posición de descanso, tras volver de una misión en el frente de Kupiansk.
El balance para Ucrania no parece favorable en estos momentos. Tras el tsunami Trump de esta semana, el desconcierto se puede sentir. Pero los soldados no muestran signos de debilidad: siguen dispuestos a luchar –aunque ya no vayan de la mano de EEUU– y a seguir las órdenes de sus comandantes.
Al otro lado de la frontera, los medios de comunicación rusos se han apresurado a vender como un triunfo total sobre Ucrania –y sobre el resto de Europa– la llamada de Donald Trump a Vladimir Putin. La bolsa de Moscú subió un 6% de golpe y el rublo se revalorizó. Sin embargo, en los grupos de Telegram donde hablan de las cuestiones militares del frente ruso no hubo aspavientos.
La realidad de las trincheras no se parece en nada al ambiente que se respira en los despachos políticos, donde se toman las decisiones. Tampoco se perciben igual las noticias cuando se leen en la pantalla de un móvil, entre la nieve y el barro que les cala hasta los huesos. Los soldados sólo piensan en sobrevivir un día más, en que sobrevivan sus hermanos de armas y en que no bombardeen la casa en la que les esperan sus familias mientras ellos están en el frente.
Add Comment